Escrito el 26 de julio del 2013 después de una meditación y 3 días de silencio. Esto es un ejercicio de limpieza mental. Aunque tal vez solo sean achaques de ingenuidad. Nacido de la idea de adentrarme al laconismo, el resultado evidentemente es fallido, pero me permite observar ciertos aspectos. Creo que callar solo hace que las palabras se guarden en mi pecho. Las emociones atrapadas son nocivas para la salud física y mental. No hay nada malo en ser como Soy.
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Tantos días
han pasado y de la nada las letras se desbordan. Es como si de una botella de
champagne salieran de un solo golpe. La referencia es pobre. ¡Tal vez! Pero no
importa, lo que me trae entre cables y líneas es solo el mismo tema de siempre;
y cuál más sino una mujer.
Los días
son extraños desde que me alejé, saben agridulces, pero ahora más dulces que
agrios. El olvido no es parte mía aunque quiera, ni tampoco las miles de
plegarias a una Diosa que desconozco. Solo es un capricho que no me deja en paz,
pero que sabe tan bueno como el primer día. Que es de acaso mencionar del cual
jamás me di cuenta. Fue enganchado como suele pasar, jugando a jugar quede atrapado
y ahora no puedo escapar.
Pero han
salido muchas cosas, buenas, malas y estrafalarias de todo esto. Sonrisas
muchas, tristezas varias, y un sinnúmero de cosas que no puedo describir. Aun
no estoy donde quiero, pero no hay nada más que un sin fin de ilusiones, muchos
caminos esperando por mí. Tan solo a que dé el primer paso.
Soy tan
tonto como siempre, iluso e ingenuo, pero un poquitín más perverso. Son
mentiras lo aseguro, no hay mas verdades que las que escondo entre mis
falsedades; pero que importa si lo que es no es a menos que lo sea sin serlo.
No puedo callar, porque el corazón reclama y grita hasta dejar mudo al mundo
entero.
Soy lo que
soy, lo que aparento, lo que sueño y lo que oculto. Pero sin lugar a dudas soy
todo ello y mucho más, más de lo que puedo ver, de lo que puedes Tú. Pero que
importa cuando la realidad se desmorona y se crea a cada momento. Solo juego
entre mares de arena y oleajes eternos. Castillitos que son inmensas
fortalezas, todas ellas creadas para no dejarme pasar, pero que son solo
fantasmas que se desvanecen entre mis dedos.
Gracias,
mil y un gracias por golpearme con tanta fuerza, pensaba que estaba muerto,
pero aun no es así. Así que es momento de gritar entre silencios y sonreír sin
que nadie me mire; porque a nadie le importa. ¿O no? No lo sé. Pero es solo una
escusa para abrazarte y arrebatarte un beso fugaz.
Solo un
momento, el presente, donde las letras caen de a una por montones desvaneciendo
la blancura de estas páginas. Solo eso basta para darme cuenta de la belleza de
mi sentir, de su valía, de su realidad. Aunque para nadie más, ni siquiera para
ti signifiquen gran cosa. Es un qué más da, un solo por esta noche, o tal vez
un y sí tal vez.
Bendiciones
a todos y a cada uno por jugar a esto llamado vida, entre los rinconcitos tan
elevados y profundos donde podemos escondernos y esperar a no ser arrebatados. Pero
en el fondo sabemos que llegará, siempre lo hace; para regresarnos a todos al
piso firme donde todo reclama su valor.
Suave y
gentil es esta mi patria de donde vengo y a donde voy. Cuan hermosos sus
destinos, sus personajes y sus guardianes. No hay más que sonrisas cada vez que
mis pies juegan a que de puntitas atravesarlo todo sin perturbar. Cosa que
jamás consiguen, pero nunca han dejado de intentar. Necios, como solo Yo.
¡Y qué más
da! Solo una noche más, solo un rengloncito más, siempre me digo, pero nunca
acaba. La vida larga y sutil se desdibuja y aparece de golpe creando las
maravillas que de mis ojos son testigos. Milagros revoloteantes de colores que
dibujan a su paso las cosas que en sueños encontré.
No hay más
que la infinitud de mis posibilidades, la nada y el todo. Porque de ellos están
dispuestas las piezas, las cartas y los dados que juegan a ser lanzados,
barajeados y escogidos en esta maravillosa tarde de amigos y azares.
Pero no hay
nada que la misma fortuna guarde para sí, nada que quiera por cuenta propia dar
o arrebatarme, tan solo oportunidades
enfiladas, una detrás de la otra. Y así dan las horas de la madrugada, sonde
mis ojos ven lo que se esconde entre claridades, cuando todo se aqueja entre lo
cotidiano. Solo en ese momento donde las cosas son cosas y no importa su nombre
ni su credo, es cuando me encuentro con todos mis seres, todas mis
posibilidades. Suaves, altas, efímeras, salvajes, exóticas, golosas, eróticas,
siniestras, apacibles, regordetas, insignificantes, calladas, bastardas;
entretejedlas todas y ninguna con el fino hilo que del destino tiñe en carmesí
rojizo.
Es la
unidad de la totalidad, la imposibilidad de ser lo que soy sin no ser lo que
soy. Porque no soy más que mis historias y los recuerdos de los demás. Y en esa
pequeña comisura de tus labios puedo entrometerme para contar mi propia
historia. Un sueño eterno que se filmo en un solo beso. Tan solo que nunca supo
el por qué o para qué. Pero que solo Yo sé donde se aloja y que significa. Y
entonces me pregunto; qué es lo que es sin serlo.
No lo sé,
siempre es cambiante, siempre lo es, nunca se detiene. Nunca, por más que
quiero matarlo a golpes para que calle, para que enmudezca y se deshaga entre
mis parpadeos; sigue ahí. Ahí entre las fronteras de la cordura y la demencia.
Nadie podrá creerme, pues a nadie le interesa nada, ni ellos mismos. Es
entonces donde la nada comienza y se adentra en sus corazones. Pues de la nada
salieron y regresan de a poco.
Corro, o lo
intento, entre saltitos que siempre recaen en los charcos de lluvias pasadas,
de promesas y de ensoñaciones. Sois lo que creo. ¿Verdad? Sé que no es así,
pero que es lo que espero. No lo sé. Tan solo abro los brazos y espero a que el
Padre venga a susurrarme una vez más mi nombre, el cual hace mucho olvide, pero
sigue grabado en algún sitio.
No puedo
huir, pues siempre me encuentro a mí mismo. Es ingenuo intentarlo, pero por
algún motivo es tan divertido que no dejo de intentarlo. Es entonces que de mis
letras salen las recetas que mi corazón guisa entre los momentos de cada día,
de cada instante, de cada recuerdo. Una pisca de esto y un poco de aquello, un
chingo de esto otro y no olvides un toquecito de ese ingrediente especial, que
sin duda siempre le da ese saborcito a casa, a la abuela y su cocina, a su
suave regazo.
Es tiempo de jugar y no parar, porque el tiempo
de rezar, de temer y de penar hace tiempo que quedo atrás.